El síndrome metabólico ha incrementado su
prevalencia en niños y adolescentes durante las últimas dos décadas, como
resultado del creciente número de casos de obesidad en la población pediátrica.
Éste constituye un estado inflamatorio crónico, el cual representa la antesala
para el desarrollo de enfermedades cardiovasculares, particularmente cardiopatía isquémica. La inflamación persistente, observada en la obesidad y
el síndrome metabólico, se da como consecuencia del abuso en la ingesta de
algunos macronutrientes, especialmente los carbohidratos y las grasas, los
cuales estimulan un aumento en el estrés oxidativo celular, y la secreción de
varios factores de trascripción pro-inflamatorios. El exceso en la ingesta
calórica, asociado a un mayor tiempo de sedentarismo, dan como resultado una sobre-expansión
del tejido adiposo, el cual va a estimular la secreción de una gran cantidad de
citosinas y adiposinas pro-inflamatorias, que en conjunto con algunos
componentes del aparato inmune, como los macrófagos y células T, y otras
células como las del endotelio y del
músculo liso vascular, van a promover una serie de alteraciones que finalmente
llevarán al desarrollo de diabetes, ateroesclerosis y otras complicaciones
micro y macrovasculares, que ocasionarán una reducción importante en la calidad
de vida, y un mayor riesgo de morbi-mortalidad en edades tempranas.
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